Víctor Heredia (*)
Mamá no pregunta mucho desde entonces, desde aquel aciago junio de 1976 en que perdió a su hija y al nieto que crecía en el vientre de mi hermana. Se dedicó a educar a Yamila, la hija de Nico y Cristina, quien fue arrojada a través de la ventana de un vecino por uno de los secuestradores. Puso su empeño y su vida en la crianza de la nieta, sobre todo después de la muerte de mi padre, acaecida apenas un año después de los secuestros. A él se lo llevó la tristeza, el desencanto de ver a su patria devastada, a sus amores atropellados por el impúdico mesianismo de la dictadura.
En el momento de su secuestro, María Cristina tenía 28 años, estaba embarazada de cuatro meses
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